EL SECRET
Vindrà el dia més llarg d’algun llarguíssimestiu.
De bon matí, abans que el telèfon
no ens cridi a platja o bosc, ens n’anirem.
Prendrem el tren més lent, i baixarem
a la tercera estació, en un poble
de terra sense verds. El disc vermell
d’una taverna ens donarà el senyal.
Creurem. Ens asseurem, i tot el dia,
mirats pero sense mirar, ens prendrem
la tèbia cervesa del silenci.
Tornarem ben segurs que cap record
no ha nascut en nosaltres. Quan trobem
el primer amic, comprendrem que aquell dia
ha estat el del prodigi, que s’han dit
el mot senzill i just, i tothom riu.
Riurem també, i guardarem el secret.
I sobretot després, quan els turmenti
d’haver-se descobert que no es volien
tal com eren i hauran tornat a ser,
i s’agermanin tots en l’odi mutu,
callarem. Que no sàpiga ningú
que no vam dir ni sentir res. Que puguin
odiar-nos també, fraternalment.
Gabriel FERRATER Catalunya, 1922-1972
El secreto
Llegará el día más largo de algún larguísimo
verano. Muy de mañana, antes que el teléfono
llame a la playa o al bosque, nos iremos.
Entre el vaho de las calles recién regadas
atravesaremos la ciudad, hasta tomar
el tren más lento que salga. Bajaremos
en la tercera estación, en un pueblo
de tierra sin verdes. El disco rojo
de una taberna nos dará la señal.
Creeremos. Nos sentaremos, y todo el día,
sin mirar mientras nos miran, beberemos
la tibia cerveza del silencio.
Volveremos bien seguros de que ningún recuerdo
ha entrado en nosotros. Cuando encontremos
al primer amigo y, dentro de un bar encendido
de voces y manos, comprendamos que ese día
ha sido el del prodigio, que se han dicho
la palabra sencilla de los justos, y que los unos
han sabido creer a los otros cuando negaban
las horas de tantos años, y todos ríen,
reiremos también, y guardaremos el secreto.
Y más que nunca, cuando les llegue el tormento
del desgarrón del puro anochecer (cuando pisaran
caretas, y la piel al descubierto
les dijera todo el asco de cómo eran
antes: tal como habrán vuelto a ser)
y se hermanen todos dentro del odio mutuo,
callaremos. Que no sepa nadie
que no dijimos ni sentimos nada. Que puedan
odiarnos también, fraternalmente.
Versión de José María Valverde
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