Hace unos meses, en septiembre, se cumplieron los cinco años de la quiebra de Lehman Brothers.
Hace cinco años que la estafa continuada en el sistema bancario, incubada desde los tiempos de Reagan y Thatcher, saltó por los aires y se llevó por delante el sistema financiero.
Hace cinco años que los “líderes” occidentales pidieron acongojados que se refundase el capitalismo, y hasta hoy.
Hace cinco años que los culpables financieros se embolsaron jugosas indemnizaciones por su desastrosa gestión al cesar en sus puestos y hoy ocupan cargos en gobiernos como el español o el italiano, con la peregrina pretensión enderezar lo que ellos rompieron. Por si alguno no sabe de quien hablo que piense en de Guindos director en España y Portugal de Lehman Brothers hasta su quiebra, o Monti director de Goldman Sachs en los tiempos en que falseaban las cuentas de Grecia para entrar en el euro.
Y desde hace cinco años los que no tuvieron arte ni parte en este latrocinio, ni vivieron por encima de sus posibilidades -como se nos intenta hacer creer para tapar sus vergüenzas los que debieron intervenir y no sólo no lo hicieron si no que además colaboraron al robo generalizado-, pagan con sus trabajos, salarios, pensiones, servicios de salud, educación, futuro… lo que estos golfos nunca llegaron a pagar ni pagarán, tal y como está hechas las leyes y el compadreo que entre clase política y financiera existe.
En esta estafa los bancos y los políticos se llevan toda la mala leche acumulada tras meses de recortes, pero hay otros actores que hasta el momento se está yendo de rositas y no han recibido ni la más mínima crítica, o al menos no en la medida en que son responsables del actual desbarajuste. Y son las escuelas de negocios.
Durante estos cinco años estos centros especializados de enseñanza han callado sobre el origen de la crisis y sólo se han limitado a señalar los aspectos técnicos de la gestión: acumulación de riesgos, valoración excesiva de activos o de futuros, provisionamiento insuficiente ante el riesgo… Pero ni media palabra sobre los valores, los criterios por los que las políticas financieras que defendían son las causantes de la situación actual. Decían que si algo había fallado no era el sistema ni los valores, sino los gestores.
Han tenido que pasar cinco años para que empiecen a sentir ellos también las consecuencias de la crisis (estafa). Y se han dado cuenta de que “algo iba mal” cuando el Graduate Management Admission Council les ha informado de que por primera vez en treinta años tienen menos alumnos. Esta institución es la que a nivel internacional, considerando “internacional” los USA, que en esto el resto del mundo no pinta mucho, marca los estándares de calidad en sus pruebas de admisión a Harvard, MIT, Stanford, Wharton, Insead y en España a IESE, IE, ESADE…, entre otras.
Ahora es cuando los augures del capitalismo se miran el ombligo y empiezan a preguntarse si aquello del “value driver”, del ROI cayese quien cayese, de las “stock options”, de los bonus por objetivos manipulables era lo que había que inculcar en la cabecita de los alevines de tiburón financiero y en las de los CEO; llegando a la “asombrosa” conclusión de que “hay que formar directivos menos arrogantes”, en palabras de Santiago Íñiguez decano del IE Business School, que se lamenta de que no se haya dado la importancia que tienen las humanidades en la formación en las empresas (El País, 17/02/2012). Bueno, nunca es tarde si la rectificación es buena.
Pero porqué esta tímida asunción de responsabilidades ahora. Pues porque lo han sentido en sus carnes: en la cuentas de resultados. Y ahí es donde los consejos de administración de este negocio que es la enseñanza privada empresarial no se la juegan. Varios “decanos” han perdido sus puestos y las escuelas se han apresurado a poner en marcha “novedosos” programas de ética y responsabilidad en los negocios. Algo tan viejo como el comercio es redescubierto ahora.
Algunos no se creen esta conversión, como Florence Noiville autora de “Soy economista y os pido disculpas” (Deusto, 2011). Yo también soy escéptico con este repentino interés de las escuelas de negocios por la ética, pues ninguna de ellas ha introducido en sus programas un criterio de análisis de los valores causantes de la situación que hoy padecemos. Algunas de estas escuelas, a lo más que han llegado, ha sido a proponer otras técnicas de modelización que no den tanto peso a las medidas cuantitativas, a que se incida en el carácter social de la economía y se considere al accionista como un “cliente”, pero no el único, de la empresa.
Pero siguen trabajando con los mismos conceptos que han estado en el origen del problema actual: que el mercado se regula por sí sólo, que el mercado es eficiente, que la intervención estatal es el mal por excelencia, que el recortar el gasto público es la cura de la recesión, que el crecimiento es ilimitado, que la técnica solucionará antes o después todos los problemas, que la sostenibilidad -que vaya usted a saber qué es eso- es la panacea, etcétera, etcétera, etcétera.
Con estas premisas ideológicas, con las reformas cosméticas en programas y manteniendo los mismo valores, los alumnos de hoy de estas escuelas serán los autores del próximo batacazo económico. Y es que el problema está en que los mismos que jalearon los valores que nos han traído hasta aquí son los mismos que dicen que van a cambiarlos. No me lo creo.
Ricardo.
Buen artículo.
Yo tampoco me lo creo. Para ellos la huida hacia delante, siempre ha sido un criterio de excelencia.
ES UN GALIMATIAS QUE LA GENTE DE LA CALLE NO COMPRENDE BIEN,COMO NO HAY UN SISTEMA MEJOR ( O ESO DICEN) QUE EL CAPITALISMO ACTUAL, ES LO UNICO QUE TENEMOS Y ANTE LA IGNORANCIA, COMO EN LA EPOCA FARAONICA ( EL FARAON ERA HIJO DE DIOS) VUELVEN A DOMINAR A LA MASA.RESIGNACION, INDIGNACION,PERO AL FINAL RESIGNACION. ADEMAS TAMPOCO SE PUEDE HACER UN BUEN VESTIDO DE UNA MALA TELA Y EL SER HUMANO ES …LO QUE ES.
CREO QUE SERIA BUENO QUE LOS DIRECTIVOS LES DIERAN MÁS CLASES DE ETICA, LIDERAZGO Y TRABAJO EN EQUIPO Y MENOS CLASES DE FINANZAS.
UN BUEN DIRECTIVO DEBE SER MEJOR COMO LIDER QUE COMO FINANCIERO. NO?