En la mano del aprendiz sirve para regular y controlar la forma de la piedra bruta que talla, a ajustar su verticalidad y horizontalidad. En las manos del Compañero será de ayuda para situar la piedra pulida; en las manos del Maestro herramienta de dibujo y proyección. Para el masón especulativo significa tanto el infinito, el ideal inalcanzable, como la medición del tiempo de su trabajo: 24 pulgadas, 24 horas, que dividida por el 3, número y edad, nos da 3 veces ocho: ocho horas para trabajar, ocho para el ocio, la manutención y la formación y ocho para el descanso.
La regla, símbolo según Boucher, de la precisión en la ejecución, es junto con la espada que defiende y el ojo que vigila, uno de los tres elementos que componen la joya del Experto, aquel oficial que vigila nuestro rito y trabaja para la perfección simbólica de nuestro ritual. Therese Willekens en su libro La Plomada[modern_footnote]editado por la Fundación Maria Deraismes (https://fmd.es)[/modern_footnote] nos cuenta que el Experto, cuando entra el recipiendario por la puerta baja y estrecha, pone la regla como dintel. Se hace la entrada al Templo bajo la ley de lo fijo, lo establecido, lo recto y a la vez lo infinito que representa la regla.
Tomando las palabras de Mainguy: «La regla utilizada de la manera correcta ayuda al masón a encontrar la medida, la precisión y la corrección en su conducta, el orden inherente a todas las cosas, la disciplina diaria, la presencia en el instante, la atención a todo lo que hace, la constancia en su libremente asumido compromiso de realizar la construcción de su templo interior.»
Esta herramienta, de las llamadas pasivas, las que no implican acción, nos sirve para limitar el espacio y el tiempo, para medir, para dibujar, nos acompaña en los grados de construcción y nos inspira por su uso en lo limitado y su intuición de lo infinito.
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