Cientos de nuevos profetas se sirven de constantes manipulaciones para captar adeptos; lo hacen en nombre de la ciencia, en nombre de verdades empíricamente demostradas. Para ello, no tienen más que aludir a un par de axiomas científicos – válidos para un ámbito concreto – y reubicarlos en la problemática diaria ignorando su verdadero significado.
Una de las teorías de moda en el gremio de los charlatanes es maquillar sus dogmas con tintes cuánticos (absurdos, por cierto, para cualquiera que haya estudiado algo de física cuántica). Según un amplio número de corrientes newage, la «física cuántica afirma que el observador cambia la realidad y que por tanto podemos combatir un cáncer o volvernos millonarios sólo con desearlo.”
Las verdaderas afirmaciones de la física cuántica, para empezar, poco tienen que ver con el entorno que percibimos, son únicamente válidas a muy baja escala – a niveles cuánticos, vaya-.
Además, el observador no es más que un instrumento de medida. Cuando éste es introducido en el sistema que se pretende evaluar, da lugar a una evolución no determinista en las partículas elementales. La medida, por tanto, es una variable aleatoria que nada tiene que ver con la observación consciente que los seres humanos hacemos con nuestras retinas, sino con la alteración producida en el sistema cuando un elemento externo interactúa con él.
La cosa no es tan sencilla como la pintan, ni siquiera para Schrödinger.
Los francmasones, fieles al ejercicio de la tolerancia, no podemos reprimir las creencias del individuo; debemos respetar todo tipo de credo o filosofía que no atente contra la razón o los derechos humanos. Por tanto, no entraremos en debates controversiales acerca de la existencia o no-existencia de estos “superpoderes”.
Muchos de nosotros consideramos lo metafísico, lo que escapa al método científico, un campo de estudio al que debemos estar abiertos sin prejuicio alguno. La especulación filosófica es una de nuestras principales características y la consideramos fundamental en el desarrollo del laicismo y la libertad de pensamiento.
Sin embargo, como hijos de la razón, deberíamos denunciar todo tipo de atentado contra la libertad del individuo. Y la desinformación – no olvidemos que en este caso se están alegando como ciertos argumentos completamente falsos – es un evidente condicionante contra la libre decisión.
¿Puede actuarse a favor de una cómoda tolerancia cuando se es consciente de un engaño en toda regla? ¿Debemos denunciar aquellos credos que se fundamentan en enunciados falsables?
Recordando el refutacionismo de Karl Popper, es interesante esbozar un paradigma conciliador entre ateos y creyentes:
El ateo carece argumentos válidos para decir al creyente que Dios es una mentira.¡Claro que no! ¡Nadie tiene pruebas de que Dios no exista!El creyente, de igual modo, tampoco puede imponer su postura al ateo.Tanto la existencia como la no-existencia de Dios son argumentos «no falsables”.
Ambos, pues, son igual de respetables. Ninguno tiene pruebas que nieguen la verdad del otro.
Sin embargo, podemos afirmar que la física cuántica (al menos en la actualidad) discrepa completamente de este absurdo mercadeo del espíritu. Los postulados de los “superpoderes cuánticos» son completamente falsables.
Si alguien tiene interés por teorías bastante interesantes y fundamentadas sobre la «consciencia» y su posible «ubicación» a nivel neuronal-cuántico no tiene más que recurrir a Roger Penrose.
Respecto a la película «¿Y tú qué sabés? “ mi respuesta es clara.
Sé muy poco. Por eso mismo practico la lectura, la reflexión y el análisis crítico de cualquier verdad que pretenden venderme.
Por eso soy masón.
Masonería Mixta Internacional
La película en cuestión no tiene desperdicio, pues fue dirigida por tres integrantes de la Escuela Ramtha de la Iluminación (Ramtha’s School of Enlightenment)
¿Y quién es Ramtha? pues eso tampoco tiene desperdicio, un supuesto espíritu de la mítica Lemuria que le da mensajes a una señora llamada JZ Knight, que dicho sea de paso ella y sus colegas se están haciendo de oro gracias a dichos mensajitos.
En fin otra mezcolanza de cosas muy propia de las corrientes New Age.