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Tras lo expuesto (La masonería como escuela de formación I) podemos argumentar que la sociedad masónica funciona a partir de un concepto básico: La ciudadanía. La masonería al elevar al ser humano a la condición suprema de la ciudadanía lo remite directamente a su posición en la “polis” , y por ende le otorga una función política, pasando el masón a ser un actor político, no de salón, puesto que su interpretación y concepción le entronca con una larga tradición cosmopolita y universalista que rompe con las barreras localistas o nacionalistas.

Este status del masón, como individuo inserto en una sociedad abierta que lo vincula directamente con su devenir sin la intermediación religiosa, configura el camino de una Masonería que optará por trabajar por la construcción de la sociedad civil, desde un concepto de modernidad política que se fundamenta en la  secularización, forma en que algunas Obediencias masónicas participan en la producción de los hechos culturales de su época y que se extienden hasta hoy en países como Francia.

Por tanto el Laicismo no es un elemento exógeno ni extraño en el seno de los trabajos masónicos, al menos en la esfera de la masonería continental, sino que resulta propio y consustancial al propio trabajo logial.

Si la construcción del ciudadano se presenta como vértice de la “nueva ciudad” esto no se puede realizar sin la libertad y sin el derecho. De este principio se retroalimenta la masonería, que va a empeñarse en una constante demanda de una carta de los derechos fundamentales de la persona, y que se plasmará en la Carta de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y, más tarde, en la Declaración Universal  de Los Derechos Humanos, cuya presencia no es extraña en muchas logias.

A partir de lo expuesto podemos ver el marco en el que se desenvuelve la masonería,  partiendo de que la regulación social comienza por la adquisición de conocimientos de todos los miembros de la sociedad con el fin “útil” de sacarlos de la ignorancia, primer paso para “hacerlos ciudadanos” y romper las barreras sociales.

Un ejemplo de lo expuesto lo podemos encontrar en el Manual del Grado de Compañero que nos dice:

“He aquí porque dentro del Grado de Compañero, que se os va a conferir combatimos todas las esclavitudes y condenamos inicuas explotaciones, queremos ciudadanos ilustrados y virtuosos; la ilustración aborrece las tiranías la virtud forja e imprime virilidad para romper el yugo que envilece y degrada a los individuos y a las sociedades.
Dadnos un pueblo instruido y tendréis un pueblo libre y valeroso, capaz de acometer magníficas y venturosas empresas. El ignorante es incapaz de exigir derechos y se convierte en materia aprovechable para los déspotas que los explotan a su antojo.

Por ello podemos decir sin ambages que la vocación masónica ha sido esencialmente educadora y está claro que la materialización de ese fin último en el seno de las logias del siglo XIX se logra en un principio por el trasvase cultural hacia las clases subalternas desde la cultura dominante, y cuyos recursos y procedimientos fundamentales eran la oralidad y, obvia,emte, una auténtica fe en el dialogo (cuestión que aún persiste hoy). A partir de lo expuesto el tópico de una cultura masónica burguesa, se cae, en parte, cuando hayamos en el seno de la masonería a los primeros socialistas y anarquistas como ha sucedido, por ejemplo, en Asturias (se dedicará un espacio a este tema en concreto) con la inclusión de Mallada o Eleuterio Quintanilla. Pero cuando esa misma función educadora la quiso llevar directamente la propia masonería fracasó, aunque hubo experiencias notables en 1818 en Mulhouse y bajo la dirección de un Hermano masón industrial y protestante y republicano y con el auspicio de la logia Perfecta Armonía se abrió una escuela para hijos de obreros.

En Marsella las logias se asociaron para fundar una casa para la instrucción de los jóvenes del pueblo y en Lyon los Hermanos Masones crearon la Sociedad de Instrucción Primaria del Ródano (1828) o los orfanatos para niños pobres. Pero en general eran proyectos sin mucha duración. Más éxito tuvieron otras experiencias educativas interconectadas con otros grupos, creando para ello redes vinculantes, multidireccionales y flexibles como pudiera ser la Escuela Neutra o los Ateneos, o las campañas para la creación de Ligas de enseñantes, o centros bibliotecarios (Continuará)

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